23 enero 2006

Galicia, Lugo, Los Oscos, Asturias, Taramundi,

Hicimos un viaje en agosto del 2000 y ahora os contaré. Llegamos a Lugo en un buen día de sol y fue una delicia recorrer la ciudad de aquí para allá. Nos alojamos en el Gran Hotel de Lugo y desde allí empezamos a conocer todos los rincones, desde el barrio moderno hasta la muralla, sorprendiéndonos por su recuperación y disfrute ciudadano.
En la catedral, triunfa el fervor a la Eucaristía, ya en su retablo mayor está expuesto el Santísimo y este símbolo aparece en el escudo de la ciudad. Encontramos cierta semejanza con León, donde permanentemente se venera este Sacramento en el románico templo de S. Isidoro. La semejanza entre estas dos antiguas ciudades se acentúa al analizar diferentes detalles. Por ejemplo al visitar la capilla de S. Froilán, patrono de ambas. El santo eremita nació en Lugo y ejerció su influencia en varias partes del antiguo reino, en León y en Zamora, con su compañero S. Atilano.
Con respecto al nombre de Lugo y León, de las dos ciudades se ha dicho que proviene del término celta del dios Lug.( lo de legio para León, sería una superposición, ya que, continuamente se hallan vestigios arqueológicos, que suponen el origen de la ciudad mucho más antigua a la época romana y de la fecha de ubicación de las legiones).
Visitando la catedral nos detenemos en el ábside, sorprendidos por la majestuosa capilla de la patrona, “la Virgen de los ojos grandes”. Es una talla románica enmarcada entre angelotes, en la que la vista, sentido tan próximo a la luz, sugiere la permanencia subsconsciente de antiguos cultos. En la puerta norte aún pervive una entrada románica de la primitiva catedral, hay sillares con inscripciones o dibujos que presuponen influencias mitraícas. Sentimos intuitivamente, cómo sobreviven, palpitando tímidamente, los ritos a la luz o los ecos esotéricos del caldero de Lug o del grial, algo que suena ya desde la entrada a Galicia por el puerto del Cebreiro.
Aunque a marchas forzadas, obligados por dos horas de retraso, ante la lentitud del servicio del restaurante, visitamos el museo provincial.
Nos sorprendió este magnifico museo. El patio inaugurado últimamente, con sus mosaicos romanos, cuenta las riquezas de esta civilización, que permanece viva por doquier, a través de topónimos, a menudo relacionados con el oro y otros metales. Riquezas mineras, que ya extraían los pueblos prerromanos y que obligaron a los invasores romanos a tantos años de luchas, dedicación de altos generales, ingenieros y técnicos. No es de extrañar que precisaran de una soberbia muralla, como en la que, continuos hallazgos ponen de relieve la magnífica infraestructura, sus fosos, escaleras y escalas.
En el museo disfrutamos de obras de arte contemporáneas, entre las que citaremos las esculturas de Asorey y las piezas de Sargadelos.

Al día siguiente salimos hacia Asturias. Hemos estado tres días en Galicia y Asturias y no nos hemos bañado en sus playas, sino que hemos sumergido la mirada en el verde esmeralda de sus prados y de sus bosques. En la mañana nublada, el sol iba cogiendo fuerza. Cuando el autobús ascendía, la niebla permanecía debajo, pegada al terreno y se extendía como un manto resplandeciente sobre los pastos, como un mar plateado sobre el que sobresalían las cimas redondeadas y los tonos verdi-grises de eucaliptos y pinos que las cubren abundantemente. Cuando la carretera tomaba altura las cimas de varios horizontes lejanos brillaban en la bruma con una majestuosidad prodigiosa.
Mientras nos acercábamos a las tierras fronterizas, el camino serpenteante volvía a descender junto a lechos de ríos recién nacidos y en cuestión de segundos, el espejo brillante de niebla allá abajo, se iba diluyendo y dando luz a praderías exuberantes y a pueblos que han estado hasta hace pocos años, acostumbrados a la incomunicación y a la autarquía económica.

Los guías nos esperaban en Santa Eulalia de Oscos y con ellos disfrutamos del sabor de la naturaleza y la artesanía de esta zona. Vimos el aula de la naturaleza, donde se presentaban las especies arbóreas de la zona, así como su fauna y la riqueza etnográfica de antiguas construcciones: hórreos de diferentes estructuras y utilidades, “corripas” junto a los sotos de castaños y cortines para proteger la apicultura, edificios para trabajos artesanos como molinos y mazos de herrerías o fraguas. También tuvimos ocasión de verlos funcionando, tratando de representar la utilidad que supusieron en otros tiempos.
Disfrutamos en la ruta de senderismo que hicimos a la Seimeira= cascada, del río Agüeira, entre bosques autóctonos y el rumor del río. Nuestras cámaras de fotos trataron de inmortalizar el hermoso día de sol y la belleza que nos aportaba el paisaje.
En la visita a la casa del Marqués de Sargadelos, el guía nos explicó la utilidad de todas sus numerosas dependencias. Algunas de ellas, el horno de amasar, el taller del herrero, la bodega,... recibían en aquellos años, la visita de artesanos ambulantes, sastres, torneros, costureiras y otros, que hacían una ruta anual o temporal, para elaborar las madreñas, herramientas o labores necesarias. ¡Contemplamos una de las primeras máquinas de lavar automática!, consistente en un barreño con una espita de salida de agua cerca de la base. Nos contó el guía que remojaban la ropa entre capas de ceniza y la mezcla de grasa con ceniza corría hacia la espita convertida en una especie de jabón. El ama de casa sólo necesitaba reutilizar esta coladura vertiéndola nuevamente sobre la ropa y, cuando consideraba oportuno, sacar la “colada” a reposar en el verde de la pradera, antes de aclarar en el regato o en el lavadero público. ¡qué sencillez y utilidad!
En el bajo de la casa vimos una exposición de vajilla de Sargadelos y hasta de bolas de cañón, que el marqués fabricaba en la fábrica de armas del rey.
Comimos estupendamente en S. Martín de Oscos en el hotel restaurante de la Marquesita, cuyo dueño nos obsequió con una postal y que también tiene su leyenda: Aquel mismo domingo, a las 10 de la noche, la cadena 2 de TVE puso un reportaje sobre los Oscos y allí oímos contar a su propietario cómo su familia trajo este nombre de América, donde habían ido a ganar fortuna, pero regresaron a montar su propio negocio en sus tierras tras llegar a esta conclusión:
“Más vale amo de un burro
Que criado de una recua”
Esto lo contaba en animada reunión, junto al hogar, en el suelo de la casona tradicional, en aquellas noches de “polavida” que es como se llama al rato de charla y sosiego, que reunía a los vecinos para saber lo que había “por la vida” algo que en nuestra tierra se llama “filandón”.
También en S. Martín de Oscos tienen una iglesia coqueta y un portalón renacentista que hoy sólo da entrada a un recinto público ajardinado, con hórreo “teitado”, es decir con cubierta vegetal.
Pero más triste es presenciar el estado en el que se encuentra el monasterio de Villanueva de Oscos, localidad cercana, que surge para mejorar la posición estratégica de los monjes, en la garganta de los Oscos y poder controlar su paso. Hay en él un aula arqueológica, que da cuenta de cómo los topógrafos romanos seguían las vetas de minerales observando las montañas. Dirigían la extracción de diferentes minerales, ayudados por la fuerza del agua, aprovechando la combustión de enormes masas forestales y aplicando recursos técnicos hoy olvidados. Cuando se establecen aquí los monjes sus recursos son agro-ganaderos, pero a partir de la llegada de la reforma reabren las ferrerías donde se fabricaba el hierro y las fraguas donde se elaboraban diferentes utensilios, llegando a conseguir unos pingües beneficios. A partir de la desamortización el convento se cerró, el edificio fue arruinándose y actualmente lo posee una familia que lo ocupa y comparte sus labores campesinas con grandes estancias de ruinas asilvestradas.
Obligados a pernoctar en Lugo, a pesar de la creciente oferta turística de la zona, el domingo regresamos para realizar la ruta del agua que nos permitió contemplar el funcionamiento del conjunto de Teixois, pueblecito al que llegamos caminando desde Taramundi. Lo que allí vimos es calco de las herrerías que abundaban en el Bierzo y de las que queda la de Compludo como leyenda viviente: Un mazo movido por la caída del agua golpea el hierro candente, sin que el herrero realice ningún esfuerzo físico. La llama es avivada por el aire arrastrado en la propia caída del agua, sin esfuerzos de obreros que accionen fuelles. Un “ingenio” sorprendente de comodidad gracias a la utilización inteligente de los recursos naturales. Todos ellos han ido decayendo desde siglos y casi desaparecido, salvo por la recuperación turística de las zonas rurales. En este se agrupa el mazo, el molino, el batán, usado para refinar el lino o apelmazar la lana; la rueda de afilar y... la central eléctrica ¡Magia de supervivencia de pueblos semi-aislados, que aprendieron a vivir de sí mismos!
Al regreso vimos el Museo de los molinos de Mazanovo donde se ha recuperado una zona del río canalizada y utilizada en tiempos antiguos para los usos antes dichos.
La comida nos esperaba en un restaurante de Taramundi y también la posibilidad de conocer el conjunto urbano, monumento al maestro incluido, o de recorrer los talleres- tiendas de artesanos que han hecho famosa esta localidad: los telares, entre los que se encuentra el que regalará a doña Leticia una pieza popular; madreñeros, panaderos y pasteleros y sobre todo fuimos a la busca de navajas, porque no se puede ir uno de aquí sin llevar de regalo esta pequeña pieza imprescindible. Aunque si hiciera falta, volveríamos a por ella otra vez.
Para saber más:
www.infoasturias.com
www.princast.es
www.mazonovo.es
www.osteixois.com

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